Tenía una compañera en el colegio que siempre hablaba de que como de los 15 años que sintió esa inmensa necesidad de ser mamá; no por eso iba a ir y ponerse a tener hijos a tontas y locas, pero realmente lo quería, como cuando quiere algo y no puede esperar por ello. Yo, por el contrario, siempre fui reacia a la idea, siempre no no no, yo jamás tendré, blá blá blá, no.
Todo eso hasta hoy, que me sorprendí en la máxima demostración maternal que haya notado hasta ahora, cuando la llamé guagua, cuando salí y me di cuenta de que antes de salir no le había dado comida ni nada a mi planta (y traté de hacer todo rápido para llegar, abrirle la ventana, darla vuelta y darle agua). No sé si sea algo así como maternal realmente, pero me gusta tenerla, leerle, mirarla, alimentarla y tener esa sensación de que hay una vida que depende de mí, que por lo menos cuando yo no esté Tal vez ella sí me extrañe. Igual que ayer vi una película que me hizo pensar que no sería grata llevar a cabo mi idea de envejecer sola con mis perritos; tampoco quiero ser como la vieja de los gatos (pero con perros). Pero eso tampoco me hace querer hijos, tal vez podría dedicarme a tener realmente mi perritos, plantas y lo que siempre, pero sieeempre he querido, es ser como de esas viejitas que tienen su grupo de amigas viejitas, las cuales se juntan a comentar sobre los nietos, pensiones, que el viejo aquí el viejo allá, tejer, compartir recetas, algo leve de farándula y acontecer nacional, clima, pelambre comunal, blá.
Pensamientos futuristas alejense de mí, oh.
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