miércoles, 2 de enero de 2013

dosañosya

Hace dos años que perdí a esta linda criatura; me acuerdo que cuando se murió lloré más tiempo del esperado, más del que debía. Pasaba horas sentada en la piedra que mi papá puso sobre donde la enterraron, la sentía en todas partes, sentía sus patitas al caminar, veía un bulto en mi cama e iba corriendo pensando en que estaba ahí, claro, hasta que me daba cuenta de que no, porque ya no estaba. 
Desde que pasó que no escucha canción, que no veo el video, que no miro la foto, que no me encariño de esa forma, que no nada. 
Alguna vez escuché que todo niño tenía un perro que le marcaba la vida (generalmente el primero) y creo que ella lo logró con creces. Cuando ella llegó a la casa yo era chica y me daban miedo los perros, pasaba al lado de alguno y decía "permiso señor Tiburcio" (así se llamaba el perro de mi abuelo, un pastor belga -así como los pastores alemanes-) y pasaba asustadísima. Hasta que la conocí a ella, ahí mi vida cambió y me converti en la mamona que ama a los perros que soy ahora, que no puedo ver un perro sin hacerle cariño o hablarle con esa voz estúpida que intenta ser tierna (sí, como cuando se le habla a las guaguas) pasé del miedo, a montar al perro de mi abuelo. Del miedo a llorar con cada película de perros que veo (sí oh, y qué :c)
En fin, será muy enfermo que todavía la eche de menos? que cada vez que veo un perro similar a ella me den esas ganas brutales de ir y darle un abrazo, que quiera tener a uno, y no para reemplazarla, porque sé que eso es imposible, pero para quererlo y darle el cariño que le dí a ella... 

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